La verdad es que Alicante no es un sitio muy glamouroso que digamos, pero sí tiene buena materia prima y una gente de lo más agradable y, además, es el último sitio al que me ha mandado el trabajo. Y ya que estábamos, ¿por qué no aprovechar la ocasión para tomar un buen arrocito o fideuá? Pues eso es exactamente lo que hice.
Hablé con mi amiga Isa, que es alicantina de pro y me recomendó “Nou Manolín”, un clásico de su tierra, pero me advirtió de que era algo caro. Así que decidí hablar con un señor en el tren que me recomendó “Piripi”, del mismo dueño, y precios más asequibles. Quedé encantada.
Lo primero que me llamó la atención al entrar fue el ambiente que había: bastante gente y muy animada para un martes cualquiera. Eso ya dice mucho y bueno del local. Otra cosa que me dejó sentimientos encontrados fue un par de lugareños con sus chándales (¿se escribe así? la verdad es que no tengo mucho interés en aprender a escribirlo, porque espero no tener que hacerlo mucho) de colores chillones: por un lado, es la prueba de que es un local no turístico, sino de gente levantina; por el otro, a una andaluza de pro le choca ver a gente en chándal en un buen restaurante. No puedo evitarlo.
Me senté en la barra y pedí un vinito blanco: un “K-naia” (me acuerdo del nombre porque me hizo gracia), verdejo fresco, afrutado y recomendable. Como primera tapa me pusieron un chorizo que no me emocionó nada (aunque creo que fue sobre todo porque iba con ganas de otra cosa) y que dejé casi como me lo dieron:
Con lo que realmente acompañé el “K-naia”, porque era lo que venía buscando estando casi a pie de playa, fue con unas gambitas. Estaban muy buenas, pero tengo que dejar constancia de que las había más grandes y frescas, pero soy de las que piensan que comer sola tiene menos gracia y por eso no me quería gastar una pasta gansa. Y estas satisficieron más que dignamente mi “mono marisquil”.
Después un camarero agradabilísimo me trajo otra tapa para entretenerme mientras venía mi plato fuerte: la fideuá. Esta tapa era francamente mejor que el chorizo anterior. Pan bajo una notable ensaladilla rusa y cubierta por una anchoa que estaba pá echarle más de un piropo: grande, limpia, sin espinas…¡increíble!
Y por fin llegó la estrella de la noche: fideuá de rape y almejas. Buenísima, en su punto, sabrosa y una cantidad que bien podía haber sido destinada a saciar dos estómagos (yo no pude terminármela y, como podéis intuir por este blog, soy de buen comer). Deliciosa y totalmente recomentable.
Y para bajarlo todo me pedí un poleo-menta, que es una de mis infusiones preferidas. Bien servido, pero sin más. Por si queríais verlo, también le hice foto:
Y, de nuevo, el amable camarero anterior me convidó a otra cosa: tres trufas de chocolate que te dejaban un sabor de boca estupendo antes de pagar la cuenta, que para lo bien que comí, no me pareció excesiva: 32€.
Conclusión: siempre digo que distingo entre los sitios caros y los sitios que valen lo que cobran. Este es de los segundos. Vino bueno, gambas estupendas (habiéndolas mucho mejores en el local) y una fideuá inmejorable. El servicio educado y atento. Y me encantó la cantidad de detalles (chorizo, tapa de anchoa y trufa) con la que me obsequiaron. Repito que lo de los chándaleschoca cuando una va a un sitio bueno, pero es fácil abstraerse dada la calidad de la comida y el servicio. SI VAÍS A ALICANTE, NO DEJÉIS DE PASAR POR AQUÍ.
Os dejo los datos por si os apetece:
Dirección: Avenida de Óscar Esplá, 30
Teléfono: 965 22 75 40
¡Sed buenos y felices!
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