Esta Semana Santa he comido como una reina. No sólo por «El Comité«, al que me llevó Edu, sino por los descubrimientos que he ido haciendo en mi ciudad. Porque si no teniáis suficiente con los innumerables monumentos y la fantástica historia de Córdoba, aquí tenéis un motivo más para visitarla: La Cuchara de San Lorenzo.
Se lo tengo que agradecer a mis padres y mi hermana Inés, que me recogieron en la estación y me llevaron directamente a este fantástico lugar que me era totalmente desconocido.
La primera ventaja que tiene «La Cuchara» (para abreviar) es su ubicación en pleno barrio típico cordobés, San Lorenzo, que lleva el nombre de una de las iglesias más bonitas de Córdoba. Aunque tengo que reconocer que la entrada al local no es la que más te llama a entrar, porque da la sensación de que estamos ante un bar como otro cualquiera, pero más pequeño:
Y es verdad que el local es pequeño, pero no tanto. Y para nada lo son los platos que en él se sirven. Otra cosa que tampoco tiene nada que ver con la cocina de «La Cuchara» es la decoración del local, que en sí misma no tiene nada de malo, pero no hace honor a la gastronomía del lugar.
Os comento que el jefe de cocina estuvo trabajando muchos años en Bodegas Campos, que es uno de los mejores restaurantes de Córdoba y primer espada en cuanto a caterings de España se refiere.
Empecemos ya con lo que sé que os interesa: el papeo. Más que apetitoso: sabroso, riquísimo, delicioso, exquisito… casi seductor (¡¡Toma cursilada!! Hoy estoy inspirada :-)).
Como habitualmente, pedimos unos entrantes para compartir y cada uno un segundo. Y empezamos con una ENSALADA DE ENDIVIAS, NUECES Y QUESO DE CABRA que estaba buena. En este caso tengo que reconocer que el problema es mío, porque no me gustan las endivias y creo que sin ellas la ensalada ganaba mucho. Pero a los demás les encantó. Y el queso estaba bien hecho, no como en otros sitios en los que lo ponen medio crudo.
Cuando trajeron la ensalada, aprovecharon para acompañarla con el PAN de la casa, que estaba impresionante y era muy variado: de cebolla, de queso y pequeñas teleras -pan típico cordobés-. Eso sí, aunque valía lo que te cobraban por él (0,75€/ud), ya sabéis que yo soy partidaria del «bien quedar» y prefiero que lo repercutan en el resto de los platos. Lo de cobrar el pan formalmente no sé por qué, pero me parece muy feo. Una pena, con lo ideal que era el pan.
Continuamos con un clásico de la casa: el PATÉ DE PERDIZ. Servido con aceite de oliva y pimienta rosa. Suave y ligero, de textura delicada y homogénea (odio el típico paté con miles de tropezones). Una delicia servida con las típicas tostaditas de pan a las que también hice foto porque me sentía generosa. Ea.
Y luego vino lo que para mí fue, junto con el arroz de mi padre, la gran estrella de la noche que recomiendo a todo el mundo: BERENJENAS FRITAS CON MIEL. Si hay un lugar en España donde se frían bien las berenjenas, ese lugar es Córdoba, donde lo más típico es servirlas con miel. Pero nunca en la vida las había tomado como en «La Cuchara». Servidas en rodajas en las que había aire (no sé como describirlo mejor), diría que más que berenjenas fritas parecían buñuelos. Originales, delicadas, deliciosas. ¡¡¡Mmmm!!! Estoy salivando sólo por ver la foto y recordarlas… Se merecen que les cantemos el «Soy cordobés«. ¡Ole, ole y ole por estas berenjenas!
Y a las berenjenas siguieron las JUDÍAS, en un revuelto CON JAMÓN Y HUEVO que estaba pá caerse de espaldas. Buenas judías, huevo maravillosamente hecho y un fantástico jamón. Era una de las sugerencias del día que se merece las dos fotos que le hice.
Después de este festín todavía nos quedaba hueco para los segundos. ¡¡Y que bien lo aprovechamos!!
Si bien todos quedamos contentísimos con nuestros platos, mi padre se llevó la palma con su ARROZ NEGRO CON TALLARINES DE SEPIA. Todo un espectáculo para el que sobran las palabras. Y por eso os dejo aquí la foto:
Mi madre y mi hermana optaron por un clásico del que os tengo jartitos: el STEAK TARTAR, que no pedí por deferencia a vosotros y porque lo había tomado el día anterior en «El Comité«. A ellas les gusta bastante picante, con lo que yo creo que matan el sabor de la carne. Pero, como siempre: para gustos, colores. Eso sí, la carne se veía estupenda, cortada a cuchillo y la ración era más que generosa. Algún día volveré por aquí para probarlo.
Por último os voy a hablar de mi plato: MINI HAMBURGUESA CON FOIE. Pero no os dejéis engañar por el nombre, porque de «mini» tenía poco. Es verdad que era una hamburguesa más pequeña de lo normal, pero con ella cenabas bien. Iba acompañada de unas patatas fritas cuya presentación en un cono de papel me pareció ideal.
La carne estaba tan buena que no pude resistirme a hacerle una foto para que la viéseis por dentro:
Después llegaron los postres.
Ya sabéis que soy una fan de las TORRIJAS. ¡Me pirran! No puede haber un postre más sencillo, sabroso y español. Y pensaba que era imposible mejorar las de «Viena Capellanes» o las de «Mallorca» y que si se les añadía algo sólo serviría para cargárselas, pero me equivocaba. En «La Cuchara» han modernizado las torrijas haciéndolas todavía más deliciosas: las ponen caramelizadas -sí, con ese puntito crujiente maravilloso- sobre una base de leche de coco (tranquilos, a mí también me asustaba un poco, pero casi no sabe a nada y las hace más tiernas), y con helado que creo recordar que era de vainilla. El helado era prescindible, pero tampoco molestaba nada. No creo que las vuelva a probar mejores en mi vida. Salvo cuando vuelva por aquí -que lo haré-, claro está.
Sí, dignas de que ponga esta cara (he decidido que va a ser mi señal para los platos que se salen del parchís):
Mi hermana pidió un poleo menta. Me gustó la presentación y el hecho de que fuera con hierbas sueltas y no en bolsitas. Son tonterías que te hacen la vida más placentera.
Coronamos esta cena con tres gin-tonics estupendos. Falló mi madre, que no nos acompañó. Me llamó la atención la variedad de ginebras que tenían, que no es normal en Córdoba. Respecto a las tónicas fallaban un poco más, ya que sólo tenían Seagram’s y creo que Schweppes, por lo que eché de menos mi querida Fentiman’s . Mi padre y mi hermana se los pidieron iguales: Martin Miller’s con limón. Yo pedí una G’vine y me la pusieron con frambuesas. Para la próxima la pediré con uvas o fresas.
La cena terminó del todo con unas trufas a las que nos invitaron cuando pedimos la cuenta. Estaban estupendas y, como ya sabéis, el toque de chocolate al final de una inmejorable cena sabe a gloria.
Todo esto lo regamos con dos botellas de un verdejo estupendo, un par de cañas y varias botellas de agua y Coca-cola.
No he dicho nada del ambiente pero, salvo una alemana que nos tenía a todos pendientes del broncón que le estaba echando a su probre marido («eso es por el rescate a Chipre», dijo por ahí algún cachondo), era de gente desenfadada y simpática, como no podía ser menos en mi tierra.
El servicio encantador y atento. Y el jefe de cocina pasó a vernos al final de la cena, lo que me pareció un buen detalle.
¿Y cuanto nos costó este cenorrio? 45€/cabeza. Volved a ver las fotos y os parecerá que este restaurante tiene unos precios casi mejores que su cocina.
Resumen: una comida fabulosa, con servicio de lo más agradable, precios razonabilísimos, ambiente relajado y en pleno barrio histórico de una ciudad como Córdoba. ¿Qué más se puede pedir? Yo, desde luego, nada.
Si no sois de Córdoba, os recomiendo hacer un viajecito de fin de semana para ver la ciudad y comer aquí. Por eso os paso su tarjeta. Por eso y porque es imprescindible reservar si queréis comer en mesa:
¡¡¡Sed buenos y felices!!!
Categorías:Córdoba, Cor - 35-50€, RESTAURANTES POR ZONA Y PRECIO
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